LA DERECHA NO EXISTE

He escuchado afirmaciones como ésta de personas a quienes aprecio por su honestidad intelectual. Para ellos no existe la derecha ni tampoco la izquierda. Todo es un debate del pasado. Lo que hay ahora es una casta política, que sólo se preocupa de sí misma, frente a la inmensa  mayoría de la ciudadanía que se siente desamparada.

A la desafección ya le dediqué algunas reflexiones. Yo creo en la izquierda, en una determinada izquierda y veo, con disgusto, como deja escapar muchas oportunidades que la vayan alejando del descalabro final: de la gran victoria de los descontentos en las urnas, lo que le regalará de nuevo el gobierno a la derecha.

No me gustas las sonrisas triunfalistas en los mítines en los que se cantan los disparates de la derecha, a los que sólo asisten los que ya están convencidos,  como si con eso bastara. Lo que le sobra a la cínica artillería de la derecha son disparates de la izquierda que traer a colación, para equilibrar la balanza,  aunque haya que remontarse a la revolución bolchevique.

La gente, la buena gente, la que sumará los millones de votos que hacen falta para una victoria electoral, está asustada. Está asustada y busca ansiosa una salida a esta situación tan dura. Y, ahora, con el respaldo internacional de quienes defienden los mismos intereses que nuestra  derecha, España  aparenta estar en la senda que la saque de la crisis.

Ya se empieza a oír por ahí que “parece que algo se mueve”. Los que han conseguido mantener empleos razonables se pueden atrever a empezar a gastar. Salir de la hibernación económica en la que han estado escondidos y acongojados los últimos años. Y, considerando los sueldos de miseria que ahora se pagan, crear algo de empleo para  mejorar las estadísticas no será muy difícil.

Viendo  a la Fátima Báñez o al de Guindos. Al Montoro o a la Mato y, sobre todo, al sieso de Rajoy, cualquiera que pueda pensar sin agobio, sin miedo, llegará a la conclusión de que esta panda de inútiles no es capaz de hacer nada “a derechas”, valga la aparente contradicción.

 Que su misión en esta vida es llevar a cabo, con los discursos tradicionales de la derecha,  todo aquello  que les venga bien a “unos pocos”,  aunque ello suponga hundir en la miseria a gran parte de la población.

Y por eso, sin desgastarme de nuevo en insistir en las medidas  que la izquierda habría de aplicarse a sí misma para salir del pasmo, voy a dedicar los últimos párrafos a defender mi profunda convicción de que la derecha SI existe.

Nuestra  derecha, la derecha en la que yo creo, viene de antiguo y hunde sus profundas raíces en los privilegios de las nobles castas del pasado.  Me quedo ahí, en los aledaños de nuestra Edad Media, aunque el proceso haya sido el mismo, antes o después,  en muchas otras civilizaciones: Privilegios para los poderosos, por la gracia de dios, y miseria para la plebe.

Qué duda cabe de que se han subido al carro muchos oportunistas. Gente que es de derechas por las ventajas que ello comporta. También algún que otro despistado de buena fe, pero la derecha esencial, la que nos conviene desenmascarar, no ha cambiado sus tics en siglos.

La derecha es arrogante y prepotente. Sus vástagos han crecido en la convicción de ser mejores, de estar más preparados. En la España de unos pocos decenios atrás, sólo algunas familias educaban a sus hijos en la Universidad o en el extranjero. Esa suficiencia, ese complejo de superioridad, respaldado por un poder religioso avaricioso  y nada evangélico, ha servido para que la derecha se crea la única capacitada para dirigir el país.

La derecha que, como digo,  cuenta con el apoyo inestimable de la jerarquía eclesiástica a la hora de defender sus privilegios,  es esencialmente anti demócrata. Comparte con la cúpula de la Iglesia el autoritarismo, la homofobia y la falta de respeto por  la mujer.

La derecha tiene su propia línea roja. Hay cuotas de poder a las que no quiere renunciar. Los elegidos, los que están arriba, deben de seguir arriba y nada que lo perturbe será aceptado. Tolerarán que alguien se les acerque. Consentirán que haya más mendigos disfrutando de las migajas de su banquete, pero SU línea roja es infranqueable y estarán dispuestos a todo para defenderla.

Y cuando digo todo no excluyo la violencia, con ejemplos no muy lejanos de nuestra historia, ni la propaganda mentirosa, la calumnia vil y la insidia miserable, como todavía nos están recordando los terribles sucesos del 11M y algún cardenal en retirada.

La parte buena de esta historia es que  la línea roja que la derecha utiliza para marcar el límite de sus privilegios, no es una línea inamovible. De forma lenta, pero inexorable, se ha venido desplazando a lo largo de los tiempos hacia la izquierda, siempre  contra la  voluntad del poderoso y  a costa de terribles sacrificios de la gente llana. A los periodos de avance le han seguido otros de retroceso, como el que ahora vivimos, pero a la larga el saldo neto termina siendo positivo.

Por eso creo que existen la derecha y la izquierda. Que no hay que ser pobre de solemnidad para ser de izquierdas ni venerar una escultura de Lenin en casa. Creo incluso que se puede compatibilizar el ser rico – no rico en cuantía obscena  e insolidaria – y ser de izquierdas. A mí me lo gustaría.

Así que, a alinearse. ¿Usted de que va? ¡Pues vote en consecuencia, coño!

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