Programa, programa…

Me he propuesto un ejercicio que será todo un reto: desde el principio he sentido un cierto rechazo por algunos personajes de la nueva política. Si, si, hablo de Podemos y de Pablo Iglesias en especial. Desde este blog les he lanzado numerosas críticas pero, reconozco, que pocas de ellas han estado dirigidas a juzgar sus propuestas. Me centré más en buscarle defectos a sus actitudes, contradicciones en sus discursos y, por qué no, y eso no es muy justo, he hecho sobre él y su partido muchos juicios de intenciones.

Por supuesto, antes de decidirme a escribir sobre todo esto, he pensado en el contenido básico del programa de Podemos y, lo confieso, tiene muchas cosas que me gustan. Es decir, si me quedara a esta altura y no incluyera mis ideas – equivocadas para otros – sobre las personas y su credibilidad, Podemos sería para mí una opción a considerar.

De ahí la dificultad de este ejercicio en el que me impongo la obligación de huir de las generalizaciones, excluir opiniones sobre quien es quien,  y bajar a materias concretas del catálogo de Podemos que yo no suscribiría. Me voy a centrar en tres asuntos abiertos a la polémica. Empecemos, a ver que sale:

El salario de los políticos.-

En las redes se comparten con enorme éxito comentarios y críticas al salario de los políticos. Hay mucha gente que cree que son muy altos, sobre todo teniendo en cuenta la penuria por la que atraviesan muchas familias, y han aplaudido la posición de Podemos de limitar las retribuciones de sus representantes a tres veces el Salario Mínimo interprofesional.

Pues no estoy de acuerdo. Y lo digo a sabiendas de que algunos de los que lean esto se darían con un canto en los dientes si pillaran tres salarios mínimos al mes, pero es lo que pienso. La falta de trabajo, la crisis, la Reforma Laboral y muchas otras cosas que arrastran al sufrimiento a muchos ciudadanos y favorecen los abusos por parte de algunos empresarios, no debe de llevarnos al engaño de que un político, en cuanto a méritos, esfuerzos y dedicación, está al nivel de un jefe administrativo de primera (Convenio del Metal de Madrid de 2013). Ser político es algo más – y a nosotros nos corresponde elegir bien a quien votamos – y si se analiza el mercado laboral – de los que están trabajando claro está – las posiciones de responsabilidad como jefes de área, responsables de departamentos o directores, manejando presupuestos infinitamente menores las más de las veces, los sueldos son notablemente mayores.

¿A dónde lleva, a mi juicio, ese discurso que tanto cala entre los votantes de reducir las retribuciones de los políticos? A que haya una selección inversa en cuanto a la competencia de los que se meten en ese fregado, a que al final sea mentira porque se toleran complementos y compatibilidades con otras dedicaciones, y que uno tenga que sospechar, necesariamente,  de los números uno de tantas promociones que podrían tener ingresos mucho más altos en el sector privado.

Porque sí, es cierto, hay mucha gente con una encomiable capacidad de servicio que acepta entregarse a la causa casi sin contrapartidas, pero si necesitas reclutar a varios miles de personas para que cubran todas las posiciones en ayuntamientos, comunidades autónomas y ministerios, el poner el listón a la altura de Teresa de Calcuta es muy ingenuo.

El ejército.-

Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona  – dando por supuesto que Ada Colau también representa el pensamiento de Podemos – invitó a marcharse a unos militares de un evento dedicado a mostrar salidas profesionales a los jóvenes.

Pues no estoy de acuerdo. Sé que el ejército español tiene una fea historia no muy lejana, pero infiltrarlo de gente joven bien preparada es la mejor forma de salvaguardar su talante democrático y de garantizar la calidad profesional de sus mandos.

Porque  a nuestro ejército aún les quedan algunos deberes que hacer, sobre todo en el terreno de la transparencia y la igualdad. Por ejemplo, ¿Por qué hay una justicia militar separada de la civil en tiempos de paz?

Otra cosa es el pensar que el ejército no es necesario,  ser antimilitarista que queda muy bien, y eso sí que me parece otra ingenuidad. Mal que nos pese,  necesitamos de ciudadanos que estén dispuestos a utilizar las armas y correr los riesgos inherentes a ese oficio. Y cuanto más alta sea su preparación, mejor.

El derecho a decidir: la autodeterminación.-

Este  es un terreno muy resbaladizo. Los kurdos, o los saharauis, son pueblos que carecen de libertad para sentir una tierra como suya y habitarla en paz y tranquilidad. Debieran de poder decidir si quieren seguir siendo turcos – o sirios, o iraquíes –  o marroquíes. Podemos es partidario de extender este criterio a las poblaciones de algunos territorios del Estado español y, ciertamente, eso está siendo muy bien recibido entre algunos sectores de la población de esos mismos territorios. Forma parte además del genoma de determinada izquierda el respaldar algunos procesos de secesión buscando atraer a la gente hacia un ente mayor, de carácter universal, que integre a todos los trabajadores del mundo.

Pues no estoy de acuerdo. Los catalanes, por ejemplo, tienen todo el derecho a sentirse más catalanes que españoles. Es más, es legítimo incluso que, el ser español, sea solo para muchos una mera adscripción administrativa exenta de cualquier emoción. Pero, lo que no se puede negar es que aquí, en el Estado español, sin necesidad de recurrir a los conceptos de patria indisoluble o cualquiera otra de esas chorradas, lo que hay es un contrato de convivencia, de siglos, del que se han derivado interdependencias muy complejas, que nadie puede desmontar unilateralmente. Y menos si eso viene al hilo de una calentura, que eso es, y no otra cosa, el incremento exponencial del independentismo en los últimos cuatro años.

Y lo dejo aquí, que ya me la he jugado bastante.

 

El mamporrerismo intelectual

Hoy por la mañana, creo que era Pepa Bueno en la SER,  se calificó de bajeza lo que hizo Pablo Iglesias en un acto de la Complutense. Este chico, que como todo el mundo – mi pequeño mundo – sabe, no es santo de mi devoción, es muy amigo de las gracietas y, en esta oportunidad, las dirigió, desde un estrado, contra un periodista que no estaba en condiciones de replicarle. Hasta aquí comparto la opinión de la SER de que mofarse en público de alguien, abusando de una posición de ventaja,  es una bajeza.

Ahora bien, a continuación de la impertinencia del líder de Podemos vino una reacción corporativa, en defensa de la libertad de prensa, y no sé cuantos otros valores ultra dignísimos más,  que me han despertado cierta inquietud y arrastrado a la reflexión que sigue.

Muchos pensamos que, de cuando en cuando,  la prensa, la televisión y la radio nos engañan. ¿Siempre? Pues no, ya lo digo, de cuando en cuando. ¿Todos los periodistas? Pues no, solo algunos. Pero, por acostumbrados, como si fuera un aspecto natural de la información suministrada, equiparable al forofismo futbolero, asumimos que, según su cuerda, los medios destaquen en grandes titulares determinadas noticias mientras llevan a un rincón otras que les gustan menos.

¿Es esto engañar? Yo creo que sí, porque el lector medio ya se forma una impresión con una simple ojeada, antes de pasar a las páginas especializadas, según sus aficiones, y se queda con una idea adulterada de la realidad.

¿Y qué pasa cuando el gran titular es, lisa y llanamente, tendencioso?  Es un paso más adelante del caso anterior. Ya no le basta al periódico con colocar una noticia en el centro de una  atención inmerecida si no que, encima, cuando uno se toma el tiempo de leerla en detalle, el titular es, en sí mismo, una gran falsedad porque no representa, ni de lejos, lo que cabe deducir del texto completo que el propio periódico proporciona. Yo he visto esto muchas veces.

¿Y cuando el medio resume o interpreta una resolución judicial, un tratado internacional o cualquier otro texto extenso y complejo de contenido relevante? ¿Cuántos de nosotros nos tomamos el trabajo – y el tiempo – de ir a la fuente original para formarnos nuestra propia opinión? Y, aunque lo intentemos, ¿tendremos la capacitación suficiente para sacar algo en limpio? Lamentablemente, en esta materia el desamparo es muy grande. Se leen, se oyen y se ven, numerosas medias verdades intencionadamente desorientadoras. No hay de quien fiarse al ciento por ciento.

Y, por qué no, también hay periódicos que no se andan con chiquitas. Mienten de frente marchen. Son máquinas de engañar en las que, abogados y periodistas, casi conviven en las redacciones y analizan juntos las infamias que se van a vomitar en la siguiente edición para evaluar sus puntos débiles frente a una posible querella. Hay algunos medios que viven de eso.

¿Y por qué el titular de esta entrada?

Porque para que nos llegue cierta basura a los kioskos, radios o televisiones, tiene que haber mamporreros que pongan su destreza periodística al servicio de la tergiversación o la mentira.

Los periodistas honrados que, como en cualquier oficio  son, sin duda,  la mayoría, tendrían que hacer más ejercicios de auto-crítica y reaccionar, corporativamente e igual de ofendidos,  contra la manipulación informativa, escupiendo fuera de su grupo a los mamporreros, y no solo contra el merecido o inmerecido ataque puntual a un compañero.

¡Que cuatro años nos esperan!

El gobierno saliente del PP no tiene ningún amigo entre los demás partidos políticos españoles, pero los que no son del PP tampoco son amigos entre ellos.

El PP sabía cómo darle a España un futuro brillante, pero ha decidido, a la vista de la soledad en que se encuentra, pasar a un plan B en el que el futuro de España está lleno de sombras y se ha puesto en entredicho.

Objetivamente todo está igual, pero ha tocado cambiar de discurso.

Lo bueno para el PP es que, incluso esforzándose, es complicado que te salgan las cosas bien –  y, a veces, hay que gastar un montón en maquillaje –  mientras que, empujando un poco en la dirección conveniente, es muy fácil que casi todas las cosas salgan mal.

Además, para que salgan las cosas mal, el PP tiene muchos aliados. Está claro que la Unión Europea, el actual Gobierno Alemán, el FMI y el Banco Central Europeo, junto con la OCDE y el G15, por mencionar solo a algunos de los que enseñan la cara, harán todo lo posible por agriarnos la existencia.

Después – y dentro del paquete de los que nos tocarán los cataplines – están los que no enseñan la cara pero que son capaces de provocar fluctuaciones en el precio del petróleo, en la cotización del euro o en la entrada y salida de capitales a un país, es decir: gente experta y poderosa capaz de montar crisis donde éstas sean útiles para la gran causa de la que el PP es un pequeño y mísero satélite.

Lo malo para nosotros, ciudadanos en general, es que no sólo los aliados del PP están por la labor de aguarnos la fiesta, también lo están los grupos políticos españoles que colocan su recíproca enemistad por encima de cualquier otra estrategia.

Yo no sé qué pesa más negativamente en el ánimo del PSOE, si el rechazo a Pablo Iglesias (sí, más al hombre que a la organización) o la desafortunada necesidad del voto independista catalán para alcanzar la Presidencia del Gobierno de España. Cualquiera que sea la que más pese de las dos razones, lo cierto es que la alianza entre el Podemos y el PSOE de hoy,  es metafísicamente imposible.

Tampoco tengo una respuesta clara al mutuo rechazo entre Ciudadanos y  Podemos, más allá de la fobia personal si, como ambos dicen, lo que buscan es conseguir para España un plan creíble de regeneración democrática y de avances sociales.

¿Qué pasa con Podemos, que en eso de no hacerse amigos no se aleja demasiado del PP?

Confieso que, para mí, es el partido político más transparente y cuyos movimientos están en absoluta coherencia con sus objetivos. No es necesario esforzarse mucho para distinguir sus verdaderas intenciones entre la panoplia de gestos que nos han venido ofreciendo.

Primero era un movimiento, no un partido, transversal, que recibía votos desde la izquierda y desde la derecha, conceptos éstos que en su discurso estaban pasados de moda. Lo suyo era el arriba y el abajo. Ser de la casta o no ser de la casta.

Pescaron en el caladero socialdemócrata – eran los verdaderos guardianes del ideario socialista –  y consiguieron bastantes “pexes” y,  con la fuerza que les dio esa captura, entendieron que ya era momento de enseñar un poquito de la patita. Y entonces vino lo de la  vicepresidencia, los ministros encargados del control político de la justicia o de la seguridad pública,  y la necesaria adscripción ideológica de cualquier funcionario de primer nivel. ¿A que nos suena esto?

Visto que se pasaron tres pueblos enseñando tanto la patita, han vuelto al mensaje meloso y a la lista de renuncias,  como las del adicto que intenta engañar a su familia y amigos para seguir saliéndose con las suyas. Pero ellos no quieren – no han querido nunca – pactar con nadie. Ni con IU, aunque ahora les acaricien los oídos.

Lo que ellos quieren – como siempre ha querido una izquierda como la suya – y me refiero al núcleo duro del partido, es imponer su pensamiento único. O todo el poder, o contra el poder. No caben las medias tintas ni las disidencias y éstas se resuelven de un plumazo con nocturnidad y alevosía destituyendo, si es necesario,  a un Secretario de Organización. ¿Dónde estaban las bases ese día?

Ahora han orientado las cañas hacia el votante independentista de izquierdas, lo que les obliga a construir discursos ambiguos que compitan con los planteamientos esquizoides de individuos como Otegi, que clamaba no hace mucho tiempo por el agrupamiento de los presos de ETA cerca del País Vasco para que sus familiares y amigos les pudieran llevar su amor (cuasi literal).

Para Otegi el único amor que se dolía era el de los terroristas y sus mamás.  Nunca le oímos hablar del amor roto de las esposas e hijos de los asesinados.

Pues a ese territorio le ha llevado a Podemos la tan traída transversalidad.

Por eso, y voy acabando, nos esperan cuatro años duros. Todo puede pasar.

¿Que qué sería lo deseable al final de las ya inevitables elecciones generales en Junio de 2016? Lo escribía hace un par de días en mi muro: que lo que representa Podemos se quede en el nivel electoral que se corresponde, cuando no hay tanto fingimiento,  con su verdadero sustrato sociológico.

Y que tengan su oportunidad, los que se mueven por la amplia zona templada de la política.

¡Ah! O que Pablo Iglesias, en un milagro de transustanciación, se convierta en Mónica Oltra y, quizás, así,  podría haber un gobierno en España a la valenciana.

Acuerdos

Los humanos buscamos acuerdos cuando pensamos que,  sumando voluntades, las cosas evolucionarán a mejor aunque, también, buscamos y peleamos por los acuerdos cuando, si no los alcanzamos, nos entra el miedo de que todo vaya a  peor.

Si hay algo claro sobre lo que está sucediendo ahora en el Congreso, en la mesa en que se sienta por primera vez Podemos con el PSOE y Ciudadanos es que, lo de sumar ganando, no va con los chicos de morado. Sí valoraron esa opción los de naranja con los socialistas, y de ahí nació su pacto de gobernación, pero Podemos no cree que gane nada mezclándose con los otros dos.

O sea que, la única posibilidad de que se alcance algún tipo de pacto es que, el partido que está ahora fuera de él, es decir Podemos, piense que las cosas no le pintarán nada bien en unas nuevas elecciones si no ayuda a que se eviten.

Si hay alguien en Podemos, o en Izquierda Plural,  que crea que los socialistas pueden llegar a romper con Ciudadanos se equivoca de medio a medio. Clamar por eso no pasa de postureo con destino a la clientela propia. Junto con el hecho – o la excusa – de no querer contar con los independentistas catalanes para nada, el PSOE ha acumulado una aversión insuperable a Pablo Iglesias y a algunos de sus colegas. Aversión que Pablo se ha cuidado muy bien de cultivar.

Si las cosas van en la línea que avanzan las encuestas que van saliendo, una mayor abstención – lo del hastío de los ciudadanos parece obvio – favorecerá al PP que tiene un electorado menos volátil. Y, como tampoco es de extrañar que Ciudadanos reciba algún premio porque ha sido el partido dispuesto a casarse por las dos bandas, una mayoría absoluta PP+Ciudadanos como resultado de unas nuevas elecciones, no sería una idea descabellada.

Es decir, un PSOE debilitado y un Podemos a la baja, con un gobierno para España al estilo del de la Comunidad de Madrid – sin Rajoy, con alguna cara nueva, pero con los mismos planteamientos ideológicos que el PP actual –  sería lo que nos esperaría para los próximos cuatro años y alguno más.

¿Será el miedo de la cúpula de Podemos suficientemente intenso como para plegarse a un pacto que no le gusta nada? Ahí está el quid de la cuestión.

Repito, es legítimo pensar que quienes habrían de cambiar de posición son Ciudadanos o el PSOE, pero eso no va a suceder. Los unos porque no tienen miedo y, los otros, porque quizás tengan demasiado.

Los comentarios agrios de unos sobre otros, la lista de cesiones de Podemos, y algún que otro gesto más de cara a la galería, son meros fuegos artificiales.

La solución al dilema en horas.