Ser o pensar en socialista está siendo una complicada opción para los tiempos que corren. Se le abren a uno las carnes viendo al Rafael Hernando sonreír feliz: hay quienes tienen un mal perder, pero los peores son los que tienen un ganar insoportable.
Y también es duro ser o pensar en socialista por lo poco que ayudan los que habrían de trabajar para aliviarlo: yo no sentí ninguna especial simpatía por Pedro Sánchez cuando salió elegido Secretario General del PSOE, me alinee con él, sin embargo, cuando se convirtió en la victima de las intrigas y de las maniobras arteras de varios barones, y he vuelto a caer en mi desencanto inicial cuando lo veo ahora caminar hacia planteamientos patéticos condenados al fracaso.
Oyéndole ahora contar lo que hubiera querido hacer, de no ser por la conspiración montada contra él, IBEX incluido; viéndole ahora extender la alfombra roja hacia los chicos de Podemos, enfangando aún más la situación en su partido y pretendiendo capitanear un cisma, empiezo a pensar que Sánchez está derrapando lastimosamente.
Ya lo escribí más de una vez: hubiera estado bien si hubiera salido adelante su primer intento de un gobierno transversal con Ciudadanos y Podemos. Parecía que era una obligación de quienes habían clamado por el cambio juntarse, de alguna manera, para conseguirlo, pero – y ya no tiene sentido buscar culpables – el proyecto no progresó.
Cuando se dan las segundas elecciones y el PP sale reforzado y la izquierda debilitada y, además, Ciudadanos coloca su memoria en blanco y le vende su SI a Rajoy, la batalla estaba ya perdida a mi juicio. Por un tiempo creí, inocentemente, que los envites del «No es No», formaban parte de una táctica de acoso orientada a obtener algún tipo de rédito político. Cuando quedó claro que detrás del «No es No» solo había el vacío, la abstención me pasó a parecer la fórmula menos dañina.
Por supuesto, comprendo y respeto a quienes han sido incapaces de tragarse ese sapo y han creído que unas terceras elecciones, por muy malo que fuera su resultado, y aunque hubieran llevado a Rajoy al gobierno igualmente, al menos habrían dejado al PSOE con la satisfacción de no haberse quedado sin la gorra (1)
Y ahora vayamos a la parte enjundiosa de esta crisis, que nos presenta a un PSOE sin liderazgo y con gran parte de su baronía muy tocada. Por los discursos que escuchamos de unos y otros, es como si el dilema que puede salvar al PSOE, de acertarse con la solución, sea el de estar más o menos desplazado hacia la izquierda o, en otras palabras, estar más o menos cerca de Podemos.
A mi modo de ver, lo que le dio vida a la social democracia, lo que la justificó, fue el instalarse entre el gran patrono, paradigma del capitalista, y los trabajadores explotados, reconduciendo los conflictos hacia soluciones negociadas y sin violencia. Gracias a ello se produjo un avance en los niveles de renta de la clase trabajadora y, en cierto modo, se redujo la brecha de la desigualdad.
Sin embargo, cuando años después uno de los contendientes deja de ser un gran patrono, de esos que habitan en un palacete no muy lejos de su fábrica, y pasa a ser un ente sin rostro ni ventanas a las que tirar piedras, que ha conseguido atraer hacia su dinero un poder omnímodo que traspasa fronteras y doblega gobiernos de todos los signos, entonces la socialdemocracia debe pasar a hacer su trabajo de un distinto modo y, lamentablemente, no escuchamos a ninguno de los dirigentes del PSOE hablar de eso.
Hablan de lo que es bueno para España y los españoles, discurso que a nivel teórico todo quisque podría suscribir, pero no dicen – no confiesan – lo difícil que es evitar una llamada del Obama de turno para que modifiques el artículo 135 de tu Constitución. No nos transmiten la confianza de que sean capaces de moverse a nivel internacional, liderando movimientos de control y regulación del capitalismo salvaje, el que ha vuelto a ahondar dramáticamente en la brecha de la desigualdad.
Pues bien, hasta que surja en Europa ese hombre o esa mujer, que sea capaz de atacar el problema en su raíz, y concitar un respaldo global, todo lo demás serán tiritas en una herida muy grave y, quien enrede con las cosas de comer, revolviendo el cotarro dentro de su propia organización, no hará si no complicar aún más las cosas: ¡no habrá ni para tiritas!
- Un aldeano y su hijo fueron asaltados en un camino solitario y sufrieron toda clase de vejaciones por parte de los atracadores, sodomización incluida. Cuando los criminales se fueron dejándolos desnudos y sin blanca, el padre ufano aseveró dirigiéndose a su hijo: ¡Habrás visto que no tuvieron pelotas para quitarme la gorra!