Dos más dos no van a ser cuatro

Hoy se ha publicado el último Barómetro del CIS y muchos periodistas se han apresurado a sumar a  los datos de Podemos y sus Confluencias los que corresponden a IU concluyendo, la suma es fácil de hacer, que lo que hay a la izquierda del PSOE conseguiría más votos que el PSOE mismo en las elecciones generales por venir.

Lo que, dicho de otra manera, supone que el liderazgo de la izquierda cambiará de manos y que las expectativas de un futuro Gobierno de izquierdas,  con Podemos al frente,  serán muy elevadas.

Desde mi atalaya casera yo he venido viendo a Podemos como pasaba de representar a todos los damnificados por la crisis, como un banderín de enganche para los indignados, crisis de la que era culpable todo el sistema político nacido en la transición, donde no había ni izquierdas ni derechas, solo un pueblo castigado y  una casta inmisericorde, a autoproclamarse los verdaderos herederos de las esencias socialistas, socialdemócratas donde los hubiera, incluso con ex-generales en sus filas.

Con el primer planteamiento, el de nosotros somos el remedio contra la perniciosa casta, alcanzaron un éxito sorprendente en las elecciones europeas de 2014. Insistiendo con esa receta, y viendo como las encuestas los llevaban en volandas, la matizaron exhibiendo su cara más amable y, como no podía ser menos, despreciaron olímpicamente cualquier alianza con una Izquierda Unida que no dejaba de ser un lastre.

Sin embargo, y a pesar del éxito incontestable que supuso obtener más de cinco millones de votos el pasado 20 de Diciembre, Podemos no llegó a tocar el cielo como confiaban.

Durante los últimos cuatro meses Podemos se ha ofrecido a una muy importante exposición pública, con habilidades dialécticas muy aplaudidas en las tertulias televisivas o en los mítines y asambleas, pero menos entendidas cuando el foro pasó a ser el propio Congreso de los Diputados.

En este breve periodo de tiempo hubo muchos gestos y mensajes por parte de Podemos. El objetivo aparente era el  entrar en el poder de una forma sustantiva,  mandando tanto o más desde la segunda posición  que lo que pudiera conseguir el que estuviese en la primera. ¿Por qué digo aparente? Porque todos los gestos y mensajes estuvieron orientados a ponérselo imposible al PSOE.

Y ahora, con  la mirada ya puesta en las siguientes elecciones, Podemos no tiene empacho en destapar alguna de las esquinas de su alfombra dejando ver, entre otras cosas que mucha gente no aprueba, su capacidad para entender algunas de las cosas odiosas del independentismo vasco de izquierdas. Hay que pescar donde haya peces, no importa cuales.

Es decir, el Podemos que irá a las urnas el 26 de Junio de 2016 – incluso sin Izquierda Unida – ya no es el que se presentó a las últimas Elecciones Generales. En los últimos meses han enseñado demasiado la patita, y ya no les basta el blanqueársela con harina. Necesitan reposicionarse para recuperar el terreno que presumen perdido.

Y es entonces que deciden que ha llegado el momento de ponerse a sumar y aceptar que, quizás, y manejándolo bien, que para eso son muy buenos comunicadores, el millón y pico de votos de Izquierda Unida, metido en la coctelera del Sr. d´hont, les puede dar el definitivo empujón hacia la gloria.

¿Qué creo yo, que para eso he titulado esta entrada al blog como lo he hecho?  Pues que algunos votantes, sobre todo de los que se indignaron por ósmosis (los menos castigados en sus propias carnes), o los que desearon de buena fe que entrara algo de aire fresco en el panorama político español, pero sin ninguna radicalidad izquierdista, se dirán que no ven en el nuevo Podemos nada distinto a lo que representó Julio Anguita. Por mencionar a alguien que siempre me inspiró respeto, pero que nunca superó el once por ciento de los votos en unas elecciones generales.

Evidentemente, ser lo mismo que fue Julio Anguita a mediados de los noventa del siglo pasado es una buena baza para los tiempos que corren. Ya fuera porque subsiste un gran poso de justificada indignación y resentimiento o porque “procure siempre acertalla, pero si la acierta mal…,  sostenella  y no enmendalla”, lo cierto es que hay que aceptar que aquel once por ciento de Julio Anguita se verá substancialmente superado. Pero,  ¿tanto como para desbancar al PSOE? ¿Tanto como para conservar  a los votantes que han creído descubrir en Podemos que no son muy diferentes a los demás partidos?

Yo ya he dado mi opinión: dos más dos no van a ser cuatro.

 

Un comentario en “Dos más dos no van a ser cuatro

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