Estoy tan consternado como el que más con lo que ha ocurrido en París. Estoy tan confundido como el que más sobre cómo luchar contra el terrorismo. Hubo un ministro del interior español que dijo que los etarras no encontrarían rincón donde esconderse, y hubieron de pasar más de cuarenta años desde entonces hasta que éstos decidieron abandonar lo que ellos llamaban lucha armada y nosotros llamábamos, y llamamos, terrorismo. No sé si ya estamos en una guerra global contra “Daesh” o vamos hacia ella, pero sé que hay mucho sufrimiento entre las gentes de aquí y de allá y que las bombas no harán si no aumentarlo.
Tampoco sé que ha sido antes, si la adscripción religiosa hacia el mundo Sunni o hacia el mundo Chii, o la utilización perversa de las facciones musulmanas como banderín de enganche; también desconozco si la riqueza de los territorios está antes que la conversión religiosa de sus habitantes y, si al final, esto solo acabará cuando el petróleo sea tan innecesario como ha pasado a ser el caucho natural, y todo el Oriente Medio se convierta en una decadente Manaos.
Y menos aún se si Erdogan negociará con los kurdos, y éstos con Hezbollah. Si Putin dejará de ayudar a Bashar al Asad, mientras los iraníes se reencuentran con los americanos, sin dejar de ser enemigos de los saudíes. Y si los líderes europeos, en el entretanto, dejarán de mirarse en los espejos de sus encuestas electorales y se decidan a hacer algo útil.
Y dentro de toda esta confusión, para que todo sea más irracional, más primitivo, las televisiones montan escenarios por doquier para que todos tengamos nuestra dosis de morbo bien calentita, recién salida del horno. No se trata de informar, si no de construir novelas a cada cual más aventurera, especulando, fantaseando, siendo vehículo de todo tipo de rumor, arrimándole el micrófono a cualquiera que pasara por allí, dándole a todo un toque truculento y teatral, queriendo ser poetas con frases de empaque trascendente, cuando lo que toca es estar callado.
En otras palabras, a veces parecía que vigilaban la finca de la Cantora a ver si se le había pasado la gastroenteritis a Paquirrín.
Yo no soy hombre ni de velas ni de flores, aunque comprendo a quienes buscan el consuelo en esas estéticas de los mensajes y las fotos, pero creo que, para los terroristas, la exhibición del dolor, o la propagación del miedo a través de la televisión basura, será un éxito del que se vanagloriarán y que reforzará su estrategia.