Acuciado por el hambre…

… de escribir, que llevo algunas semanas apartado del blog y a esto hay que aplicarse con la voluntad de quien necesita del ejercicio neuronal tanto o más que del físico.

El problema está en el temario: estoy como una leona con responsabilidades familiares desconcertada ante tanta cebra rayada. No sé por dónde empezar; las noticias se amontonan y se repiten. Sobre todo eso, se repiten. Si dependiese de la primera tentación cerraba este archivo sin clicar la opción de guardar, pero…  ¿y la disciplina? ¿Y la salud mental que nos regalamos los viejos usando el cerebro para algo más que ver la tele?

Me voy a esforzar. Vamos allá.

Sobre la undécima y el apasionado amor a Madrid de CR ya me desahogué y,  del sorpasso en la  izquierda –   y la posible sorpresa  para algunos de que no lo haya –  también. Y sobre los amoríos entre el PP y la UCO o la UDEF, no me pide el cuerpo extenderme porque, ¿para qué?;  ya estamos todos muy hartos y, además, no sirve para nada, que los votantes de ese partido son como una madre cegada por el amor filial que no se cree, por muchas pruebas que le muestren, que su hijo sea un ladronzuelo multireincidente.

Y tampoco va a ser cosa de hablar de nuevo sobre Otegui, el Mandela blanco para algunos, que si los de Podemos acudieran al pasado para rescatar colores y cal-ores – como hicieron con Felipe González – a éste campeón de la equidistancia entre el que pega el tiro y quien lo recibe, le tocaba más el gris humo de los coches chamuscados que ningún otro.

Y, ¡no, por dios! de Venezuela, no. Que aunque el Iglesias y sus chicos no sean santos de mi devoción yo sé, o yo me creo, que no nos van a traer, aunque ganen el 26.6 y lo intenten – que no lo intentarán que no son tan tontos –  aquel modelo de vivir. Y que si Maduro está como una chota no olvidemos que con el dinero que muchos “patriotas” venezolanos tienen,  de antiguo,  escondido fuera,  habría para abarrotar de papel higiénico,  de tres capas y sedosa textura, todos los supermercados de Sudamérica.

Lo más actual, aunque no,  podría ser la lucha callejera de los okupas del Banc Expropiat, esos chicos y chicas que, aparentemente,  dan clases de tai-chi por las mañanas y queman contenedores por las tardes. Si es que unos y otros son los mismos, que igual no lo son y tienen distintas afiliaciones y objetivos: unos, los de las mañanas,  tienen vocación social y a otros, los de las tardes,  les encanta romper escaparates y armar bulla. Y, enfrente, porque es una derivada inevitable de afrontar los problemas a la tremenda, los mossos d’esquadra, entre los que hay unos cuantos gozosos de soltar toletazos a diestro y siniestro.

Y,  ya casi para acabar, confieso que me preocupa hablar del PSOE. Tienen, a mi modo de ver, toda  la legitimidad para administrar entre nosotros un sentido de la vida, una ideología, la socialdemocracia  (vayan a Wikipedia los que quieran saber más, sin esforzarse mucho, sobre este pensamiento político) que, más que probablemente, recoge los afanes de la mayoría de los españoles, pero parece que ni ellos mismos se lo creen. Así es muy difícil que convenzan a suficientes votantes. ¡Si al menos se mantuvieran callados algunos de sus insignes barones!

La verdad es que después de tantos descartes se me han quitado las ganas. Lo intentaré otro día.