¿Por qué la buena gente puede llegar a apoyar las malas causas?

Con lo poco científica que es la extrapolación de una experiencia personal os cuento que yo, en dos décadas largas trabajando en un ámbito internacional bastante extenso, varios países árabes e Irán incluidos, he conocido de todo: gente religiosa, musulmanes o cristianos, o ateos,   con la que podías llegar a construir una amistad, otros que te inspiraban rechazo, a veces mutuo, y un sinfín de sujetos vulgares, como cualquiera de nosotros,  peleando diariamente por las pequeñas cosas de la vida.

Esta experiencia personal mía casa poco con otra realidad que es tan palpable como triste: Hay grupos humanos capaces de hacer y justificar cosas terribles.

¿Qué ha de suceder para que se pase de lo uno a lo otro?

Es evidente el gran papel de esos líderes carismáticos que exciten a la gente con sus discursos, pero eso no bastaría para movilizar a toda una población. Hace falta un caldo de cultivo. Es preciso que haya un estado general de vulnerabilidad.

El terrorismo yihadista, nuestra pesadilla contemporánea, cuenta con líderes, militantes fanáticos dispuestos a matar o morir y, aunque duela aceptarlo, también cuenta con amplios grupos de población que los siguen y los respaldan.

Estoy totalmente de acuerdo con que se adopten medidas defensivas contra las agresiones terroristas (sin que sean desquiciadas y movidas por otros intereses). No es cosa de estar con el pecho al descubierto sin protección alguna.

Ahora bien, si no se alivia el estado de vulnerabilidad que padecen muchas personas en el Oriente Medio y en el Norte de África, el terrorismo seguirá ahí,  reproduciéndose indefinidamente.

Cuando hablo de vulnerabilidad me refiero a la indefensión intelectual y psicológica frente al uso manipulado de verdades objetivas incuestionables, tales como la desigualdad, la pobreza, la discriminación y el abuso de poder,  entre otras calamidades de similar factura.

La manipulación, llevada a cabo con la religión como herramienta de apoyo, coloca la solución a todos los males en el sometimiento o eliminación de  los enemigos del Islam, doquiera que se encuentren.

Y, para ayudar al agravamiento del conflicto, nuestros actuales dirigentes han visto muchas películas del Oeste: Las caravanas destruidas y las familias de colonos asesinadas  eran vengadas por el Séptimo de Caballería. Como sabemos, los indios fueron casi exterminados y, los sobrevivientes, confinados en reservas. ¿Es esa la solución para el islamismo radical?

Repito y vuelvo atrás, no hay que justificar al terrorismo, pero si entenderlo. Es la única forma de acabar con él. Medidas policiales sí, pero quizás no vendría mal el rescatar la zapateriana Alianza de Civilizaciones y elevar varios enteros la solidaridad internacional.

Cuando veo cogidos del brazo, con el “Je suis Charlie”,  a quienes habrían de arreglar este entuerto, Rajoy entre ellos, no puedo evitar el caer en una profunda depresión.