El cocodrilo

Me han venido muy bien los documentales que pone la dos después de Saber y Ganar. Gracias a ellos he comprendido que los animales no son ni buenos ni malos. Cada cual es como es. Si lo tuyo va de sumergirte silencioso a la espera de un ñu con sed, no es que seas un cabrón. Lo que te pasa, simplemente, es que eres un cocodrilo.

Al haber entendido esto he dejado de tenerle tirria a Paco Marhuenda. Él es como es.  Un animalito de nariz colorada que salta chillón cuando se le sacude la jaula.

 No importa lo atinada e incontestable que sea una crítica contra el Gobierno del PP, el contraatacará con un «Que se sepa. A ver si nos enteramos” y soltara su particular versión defensiva,  hiperbólicamente laudatoria.

Antes nos habrá regalado una amplia variedad de gestos reprobatorios y miradas acusadoras. Pocos animales, ni las aves más complejas, exponen con tal entusiasmo, a lo largo del cortejo nupcial, tantas plumas y alharacas con las que cautivar a su amada popular.

Su entrega sin fisuras me lleva a recordar al genial Honoré De Balzac cuando dijo «El matrimonio es un combate a ultranza, antes del cual los esposos piden la bendición de Dios, porque amarse para siempre es la más temeraria de las empresas».

Así que, en vez de odiarlo, lo observo con curiosidad. Hasta me compadezco de él,  puesto que sus querencias más profundas, su amor desmedido, le colocan constantemente en una situación ridícula.

Su parte noble, a diferencia del saurio atrapa ñus, es que no se esconde y eso le honra. No es un cocodrilo. Es un tonto redomado.

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